Un grupo de encuentro o de ayuda es, al fin y al cabo, un espacio seguro y de libertad en el cual permitirnos ser nosotros/as mismos/as y expresar lo que queramos. No dispone inicialmente de ninguna estructura ni guión y la dirección del grupo la ponen los miembros del grupo. El grupo será lo que queramos que sea solía decir Carl Rogers, máximo propulsor humanista.
Muchos de nosotros/as estamos viviendo situaciones complicadas sin disponer de espacios donde expresarnos y sentirnos escuchados. El hecho de compartir aquello que sentimos y expresarlo, es al fin y al cabo, aceptarlo y aceptarnos a nosotros/as mismos/as. Cuando explicamos lo que nos pasa, superamos nuestras barreras y defensas que nos limitan y separan de nosotros/as mismos/as y del resto y nos sitúa en otro lugar y en disposición del cambio.
Superar el aislamiento social en el cual muchas veces estamos situados, al encontrar un grupo respetuoso donde expresar lo que queramos, es realmente reconfortante y liberador. Disponer de un espacio seguro y de aceptación nos ayudará a aceptarnos en totalidad.
Quizás no explicamos lo que nos pasa a nuestro entorno por miedo. Quizás miedo a no ser entendido, a ser juzgado o a no sentirnos acompañados/as. Otras veces en cambio, nos atrevemos a explicar como nos sentimos y sentimos un vacío. Quizás sentimos que la persona que tenemos en frente no acaba de entendernos emocionalmente, nos sentimos solos y nos volvemos a esconder en nuestro caparazón. Otras veces optamos por colocarnos máscaras, y distanciarnos respecto a nosotros mismos desdramatizando nuestra situación y emociones.
Todo aquello que no expresamos que nos negamos sigue vive en nuestro interior y se convierte en algo que actúa en nosotros de manera inconsciente.
Sean cuales sean nuestras defensas, al no expresarnos emocionalmente nos aislamos de nosotros/as mismos/as y del resto, nos limitamos a espacios psicológicos, emocionales, intelectuales y físicos que conocemos sin poder expandirnos a todo nuestro poder y capacidad personal. No podemos por tanto, vivir y disfrutar de todas nuestras potencialidades.
Es común observar que a medida que el grupo avanza las personas pueden sentirse más seguras en el grupo como para pasar a expresarse de manera más auténtica. Van atreviéndose a sentirse y expresar genuinamente lo que les pasa. Este proceso de aceptación que podemos vivir en el grupo, nos lleva a una autoaceptación, a querernos y respetarnos. Y escuchar aquello que es real en nuestro interior. Es una experiencia que puede transformarnos en el sentido de descubrirnos e integrar una actitud amorosa y aceptante con uno mismo y con el resto. Aprender a escucharnos, acogernos y aceptarnos. Y así integrar cada una de nuestras partes. Es un cambio de actitud que nos llevará a vivir la vida de una manera más saludable y a aprovechar las situaciones vitales para crecer personalmente.
Un grupo de encuentro puede ser una auténtica plataforma de crecimiento personal. Un lugar donde sentirnos seguros y aceptados de tal manera que podamos recorrer todos nuestros ríncores personales y aceptar todo aquello que hemos estado negando de nosotros/as mismos/as.
Los facilitadores de este grupo queremos proporcionar un espacio vivencial y de expresión para que los miembros del grupo puedan vivirse y descubrirse en su totalidad. Sabiendo por nuestra experiencia como participantes de otros grupos que este tipo de actividades pueden ser experiencias realmente transformadoras para las personas. Queremos ofrecer por lo tanto un espacio seguro y libre que posibilite que cada cual sea lo que es, sin artificios ni máscaras. Un espacio en el que aprendamos a ser más auténticos, más libres de nosotros/as mismos/as, y a fin de cuentas, más humanos.
FUNCIÓN DEL FACILITADOR
La función del facilitador es la de facilitar a los miembros del grupo la expresión de sus sentimientos y pensamientos. A ser posible desde la emoción. Este envia reflejos de emociones expresadas por las personas, las acompaña, las acoge en su dolor, en su rabia o alegría o cualquier otra emoción que surja e invita a compartir a las personas menos participativas. Sin forzar nada, muchas veces abre al grupo para que si quieren expresen que sienten al oir a otro miembro del grupo contar su historia. Si se establecen relaciones de auténtica empatia y aceptación, la persona puede cambiar notablemente, siendo más auténtica, ampliando su conocimiento sobre si mismo y generando cambios en las relaciones sociales fuera del grupo.
El facilitador intentará crear un clima psicológico de seguridad, donde se genera en forma gradual libertad de expresión y se rompen barreras y defensas que aislan a las personas. De esta libertad mutua para expresar los sentimientos reales positivos y negativos, nace un clima de confianza reciproca y relaciones más estrechas entre los miembros del grupo. Se rompen rigideces defensivas y los individuos pueden escucharse mutuamente y aprender unos de otros.
Al establecer un espacio de libertad en que se permite a cada cual decir lo que quiera, la persona se siento aceptada por el resto y puede salir del aislamiento emocional. Uno de los aprendizajes que obtiene la persona es darse cuenta que lo que el siento es muchas veces común en el resto de personas y que a la vez, después de decirlo, esta es aceptada por el grupo. Esto proporciona cambios significativos en la persona, como aumento de la autoestima, cambios en las relaciones sociales que serán más auténticas y ricas y por otro lado la persona aprende comunicar lo que le pasa por dentro sin barreras.
Existe la posibilidad de que el otro abrá su corazón si nosotros le abrimos el nuestro. Decía Carl Rogers que únicamente cuando una persona descubre que es amado y respetado por ser como es, y no por ser lo que pretende, por las mascaras tras las cuales se oculta, puede comenzar a sentir que merece en verdad respeto y amor.
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