‘Un famoso samurai fue una vez a ver a un monje anciano. – Monje- grito el samurai, con la voz de quien está acostumbrado a que le obedezcan al instante- Enséñame sobre el cielo y el infierno. El monje miró al poderoso guerrero y le respondió con sumo desdén: -¿Que te enseñe sobre el cielo y el infierno? Nada puedo enseñarte. Eres un tonto. Eres indecente. Eres una deshonra, una vergüenza para la estirpe de los samurais. ¡Fuera de mi vista! ¡No te tolero! El samurai se puso furioso. Con el rostro enrojecido por la ira, incapaz de pronunciar una palabra, desenvainó su espada para matar al monje. El monje miró al samurai fijamente a los ojos y le dijo suavemente: -Eso es el infierno. El samurai quedó paralizado, comprendió cuán piadoso era aquel monje que había arriesgado su vida para explicarle qué era el infierno. Bajó la espada y cayó de rodillas ante él, lleno de gratitud. Entonces el monje dijo, suavemente: – Y eso es el cielo. (Parábola Zen. Foto: David González)