Y cuando te digo que te acompaño no quiero decir que te llevo de la mano a ningún lugar. Ni te dirijo ni te guio. Ni voy delante ni detrás de ti. Ni tiro de ti, ni te freno, sino que camino a tu lado en ese camino que es tuyo y no mio. Te acompaño de cerca con respeto y aceptación profunda. Y mi empatía no surge de entender tu dolor sino de vivirlo, de sentirlo. Y cuando uno experimenta que la otra persona siente lo que yo siento, que mi dolor lo veo reflejado en la cara del terapeuta, entonces, uno se siente sinceramente acompañado y conectado a la otra persona. Es en ese momento cuando puede confiar suficientemente como para soltarse y permitirse vivir aquello que tanto miedo le da (Foto y texto: David González)